EL VERANO Y EL INVIERNO

Salmos 74:17
"Tú fijaste todos los términos de la tierra;
El verano y el invierno tú los formaste."

El invierno también nos recuerda a Dios. Las frías nieves y los penetrantes vientos te recuerdan que Él cumple su pacto con el día y la noche, y tienden a asegurarte que también guardará ese glorioso pacto que hizo contigo en la persona de Cristo Jesús. Aquel que es fiel a su Palabra en las revoluciones de las estaciones de este mundo pobre contaminado por el pecado, no será infiel en sus tratos con su amado Hijo.

El invierno en el alma no es de ninguna manera una estación cómoda, y si está justo sobre ti ahora, puede que no veas salida cercana; pero hoy te traigo este consuelo: el Señor está en control. Él envía las explosiones agudas de la adversidad para cortar los brotes de expectativa: Él dispersa la escarcha como cenizas sobre los prados una vez verdes de nuestra alegría: Él arroja su hielo como bocados congelando las corrientes de nuestro deleite. Lo hace todo, es el gran Rey de Invierno, y gobierna en los reinos de las heladas, y por lo tanto no puedes murmurar. Pérdidas, cruces, pesadez, enfermedad, pobreza y mil males más, son del envío del Señor y vienen a nosotros con un diseño sabio. Las heladas matan a los insectos nocivos y atacan a las enfermedades rabiosas; rompen los terrones y endulzan el suelo. ¡Oh, esos buenos resultados siempre seguirían a nuestros inviernos de aflicción!

¡Cómo valoramos el fuego ahora mismo! ¡Qué agradable es su brillo alegre! De la misma manera anhelemos a nuestro Señor, que es la fuente constante de calidez y consuelo en cada momento de problemas. Acerquémonos a Él, y en Él encontremos alegría y paz para creer. 

Envolvámonos en las prendas cálidas de sus promesas y salgamos a labores que correspondan a la estación, porque sería malo ser el perezoso que no va a labrar a causa del frío; porque Él rogará en verano y no tendrá nada.