Por Pastor Charles Stanley
Si digo a personas que han
sido maltratadas que la sanidad completa requiere perdonar al agresor, muchas
no estarán de acuerdo, y dirán: “Es que usted no sabe todo el dolor que he
sufrido”. Tienen razón. Pero un espíritu rencoroso, al igual que el cáncer,
penetra cada parte de nuestra vida. El resentimiento es un síntoma que no puede
ser ignorado. Destruye relaciones y lleva a tomar malas decisiones.
Dejar de perdonar puede
hacernos sentir que estamos castigando al agresor. Pero las personas no pueden
vengarse de otras sin destruirse a sí mismas. Por eso, el Señor nos llama a
seguir su ejemplo de ser misericordiosos con todos (Efesios 4:32). Puesto que
Dios nos ha perdonado, no debemos negar el perdón a los demás. Cuando alguien
nos hiere, podemos sentir que esa persona no merece el perdón, pero nosotros
tampoco somos merecedores del sacrificio de Jesucristo en la cruz.
La crucifixión era lenta y
angustiosa, pero el peor tormento que sufrió el Señor Jesús fue recibir el
pecado del mundo sobre si y ser abandonado por el Padre (Mt 27:46). Aun así,
mientras sus vestiduras eran rifadas, Jesús dio el mejor ejemplo de perdón al
decir: “Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Es posible que yo no conozca el dolor que
usted siente, pero le aseguro que Jesús si lo conoce. Por su benignidad y amor
infinitos, Él le ayudara a vencer el dolor, la ira y el resentimiento.
El perdón es una decisión,
un acto de servicio al Señor y un paso necesario para nuestra sanidad.
No importa lo terrible que hayan sido las acciones cometidas contra
nosotros, Dios exige que mostremos misericordia para nuestro bien y para su
gloria.
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