Analogía tomada del matrimonio
Los dos temas de Romanos capitulo 7 son 1) la relación del creyente con la ley y 2) la absoluta incapacidad de la ley para santificar. Comparemos Romanos capítulo 7 con Romanos capítulo 6:
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Para tener victoria en la vida cristiana, el creyente tiene que SABER, CONSIDERAR y PRESENTAR (ver apuntes de Romanos 6). La fe en la obra terminada de Cristo es clave. La tendencia humana es tratar de vivir la vida cristiana en la carne, por obras, por nuestro propio esfuerzo humano, por nuestro afán y desvelo, por nuestras luchas y contiendas, haciendo resoluciones, tratando de seguir reglas, normas y programas, etc. Mientras más tratamos, tanto más fallamos. El tema de Romanos capítulo 7 es que la santificación (santidad) por medio de la ley no da resultado. Ver Gálatas 3:1-5.
Debemos recordar la afirmación que Pablo hace en Romanos 6:14 –“Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”. Esto implica que si estuviéramos bajo la ley, el pecado tendría dominio sobre nosotros. ¿Qué significa GRACIA y qué significa LEY?
Gracia significa que Dios hace algo por mí; ley significa que yo hago algo por Dios. Dios pone sobre mí ciertas demandas santas y rectas: eso es ley. Ahora, si ley significa que Dios requiere de mí que yo cumpla algo, entonces liberación de la ley significa que ÉL ya no requiere eso de mí, SINO QUE ÉL MISMO LO PROVEE. La ley implica que Dios requiere que yo haga algo para ÉL; liberación de la ley implica que ÉL me exime de hacer aquello, y que en gracia, ÉL Mismo lo hace. El tema de Romanos 7 es que el hombre en la carne trató de hacer algo para Dios. Tan pronto como tú tratas de agradar a Dios de esa manera, te pones bajo la ley, y la experiencia de Romanos 7 empieza a ser tuya. El problema no es la ley (ver Romanos 7:12); el problema es el hombre pecador (Romanos 7:14; 8:7).
1 ¿Acaso ignoráis, hermanos (hablo con los que conocen de leyes), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que este vive?
Al usar esta analogía, Pablo pone de manifiesto que Cristo también nos libera de la Ley. Parece referirse a la ley de Moisés, conocida por los lectores originales de la epístola; algunos consideran que esta expresión se refiere a la ley del imperio romano.
“Dominio” significa estar bajo el señorío de la ley. La ley es señor sobre el hombre (gobierna al hombre), de modo que el hombre está sometido a la ley mientras vive. EL ESTÁ BAJO LA LEY MIENTRAS VIVE. Hay una sola cosa que puede romper la relación del hombre con la ley: MUERTE.
2 La mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras este vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley que la unía a su marido.
3 Así que, si en vida del marido se une a otro hombre, será llamada adúltera; pero si su marido muere, es libre de esa ley, de tal manera que si se une a otro marido, no será adúltera.
“Mujer casada” – tiene un marido y está sujeta a él. “Está sujeta” significa “unidos” (cuando dos personas se casan, ellos están unidos de por vida; están unidos el uno al otro hasta que la muerte los separe – ver Mateo 19:5-6). El matrimonio es un COMPROMISO hasta que una de las dos personas muere (ver 1 Corintios 7:39). Nadie puede ser libertado de la ley del matrimonio hasta que ocurre esta muerte.
El matrimonio es un compromiso de por vida. Mientras el marido viva, ella no es libre para casarse con otra persona o para iniciar una relación con otra persona—esto sería adulterio. Si su marido muere, entonces ella es libre (1 Corintios 7:39). La muerte termina con la relación y permite una nueva relación. Para ver la enseñanza del Señor en cuanto al matrimonio y al divorcio, ver Lucas 16:18 (entre muchos otros lugares). El punto principal de esta ilustración es el siguiente: LA MUERTE ACABA LA RELACIÓN Y HACE POSIBLE UNA NUEVA RELACIÓN.
4 Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la Ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios.
Estoy atado por la ley. La ley tiene dominio sobre mí. ¿Cómo puedo ser rescatado y puesto en libertad? En la muerte de Cristo, YO MORÍ: Yo morí a la ley. La ley no puede morir, pero yo morí. Mi muerte hace posible una nueva relación con un nuevo marido: “Para que seáis de Otro, del que resucitó de los muertos”. Por cuanto yo morí con Cristo, yo estoy LIBRE DE LA LEY. Por cuanto estoy vivo en Cristo, puedo ser UNIDO A ÉL EN UNA MARAVILLOSA RELACIÓN. Dios ha hecho posible (por SU gracia) que fuéramos desatados de la ley y fuéramos juntados a Jesucristo (en UNIÓN con ÉL). Ahora Cristo tiene dominio sobre mí, no la ley. La ley es un marido terrible –estricto, inflexible, severo, rígido, exigente e inconmovible. El Señor es un marido maravilloso—misericordioso, bondadoso y ÉL, por Su poder y por Su vida, me CAPACITA para agradarle. Tal como una relación matrimonial produce FRUTO (hijos), así mi matrimonio con Cristo produce fruto (ver Romanos 6:22; Gálatas 5:22-23). Ver también Juan 15:1-7; “fruto” “más fruto” “mucho fruto”.
Note que hay una sola mujer, en tanto que hay dos maridos. La mujer está en una posición muy difícil, porque ella solo puede ser la esposa de uno de los dos y, desafortunadamente, ella está casada con el menos deseable. El hombre con el cual está casada es un buen hombre; pero el problema está en que el marido y la mujer son totalmente inadecuados el uno para el otro. El es un hombre muy meticuloso, sumamente preciso; ella, por otra parte, es muy despreocupada. Con él todo es preciso y exacto; con ella todo es informal e improvisado. El quiere que todas las cosas sean metódicas, mientras que ella toma las cosas como vienen. ¿Cómo puede haber felicidad en un hogar como ese?
El marido es también tan estricto. El está continuamente exigiéndole algo a su esposa. Sin embargo, no se le pueden encontrar faltas a él, porque como marido, él tiene derecho a esperar algo de su mujer; y todas sus demandas son perfectamente legítimas. Nada malo hay en el hombre y nada malo hay con sus demandas; el problema es que él no tiene la mujer adecuada para cumplirlas. La pobre mujer está muy atribulada. Ella está consciente de que a menudo comete faltas, pero, al vivir con semejante marido, parece que todo lo que ella dice o hace está mal. ¿Hay alguna esperanza para ella? Si solo estuviese desposada con ese otro Hombre, todo estaría bien. El no es menos exigente que su marido, pero él también le ayuda mucho. Ella desearía mucho desposarse con ÉL, pero su marido vive aún. ¿Qué puede hacer? Ella está sujeta por ley a su marido, y a menos que él muera, ella no puede casarse legítimamente con ese otro Hombre.
El primer marido es la Ley; el segundo marido es Cristo; y tú eres la mujer. La Ley requiere mucho, pero no ofrece ninguna ayuda para cumplir sus exigencias. El Señor Jesús requiere aún más (Mateo 5:21-48), pero lo que Él requiere de nosotros, Él mismo procede a efectuarlo en nosotros. La Ley nos hace demandas, pero nos deja sin ayuda para cumplirlas; Cristo hace demandas, pero ÉL Mismo las cumple en nosotros. No es sorprendente que la mujer desee librarse del primer marido para poder desposarse con aquel otro Hombre. Pero su única esperanza de liberación reside en la muerte del primer marido, y éste se aferra tenazmente a la vida. En realidad, no hay la más mínima esperanza de que muera (Mateo 5:18). La Ley permanecerá por toda la eternidad. Si la Ley nunca dejará de ser, ¿cómo podré unirme algún día a Cristo? ¿Cómo puedo casarme en segundas nupcias, si mi primer marido no quiere morir? Hay una única salida. Si él no quiere morir, yo puedo morir; y si yo muero, la relación matrimonial está disuelta. Los versículos 1-3 muestran que el marido debe morir, pero en el versículo 4 vemos que en realidad es la mujer la que muere. La Ley no se va, pero yo sí y mediante la muerte me libro de la Ley. ¿Cómo muero? Cuando Cristo fue crucificado, yo fui crucificado con ÉL. Esto fue hecho para siempre en el Monte Calvario.
Pero si yo estoy muerto, ¿cómo me puedo casar con otro? En la muerte de Cristo, yo morí y en la resurrección de Cristo, yo VIVO. De modo que puedo unirme en matrimonio a Cristo.
El creyente está desposado con Cristo. Es una RELACIÓN DE AMOR y no una RELACIÓN DE LEY (LEGAL). El Cristianismo consiste en esta relación de amor (vinculado a Cristo y en unión con ÉL). El Cristianismo no es una RELIGIÓN, es una relación con una PERSONA, el Hijo de Dios (Juan 17:3). No es hacer algo, sino es conocer a Alguien (Juan 17:3; 1 Juan 2:3-4). No es un conjunto de reglas y no es un sistema de moral. Es una relación única e íntima con el único verdadero Dios y con Jesucristo, a quien ÉL ha enviado.
Muchos en nuestros días han perdido la visión de esta verdad. Para muchos la vida Cristiana ha degenerado en otro sistema religioso legal. Es común que la gente se vea envuelta en reglamentos y regulaciones y requerimientos y obligaciones. Es fácil que uno piense que la vida Cristiana consiste en leer la Biblia y en orar y en testificar y en memorizar y en hacer ciertas cosas y en dejar de hacer ciertas cosas. Sabemos como debería vivir un Cristiano, sabemos como debería actuar un Cristiano, sabemos como debería hablar un Cristiano, sabemos como debería pensar un Cristiano, sabemos la clase de cosas que un Cristiano debería hacer y sabemos la clase de cosas que un Cristiano no debería hacer, Y SIN DARNOS CUENTA, LA VIDA CRISTIANA HA PERDIDO EXACTAMENTE LO QUE LA DIFERENCIA DE CUALQUIER OTRA RELIGIÓN. No hemos comprendido el verdadero sentido.
Para enfatizar ésto, veamos lo que la Biblia no dice:
Filipenses 1:21 – Para mi vivir en Cristo es ganancia: leer mi Biblia, memorizar las Escrituras, orar minutos diariamente y testificar en cada oportunidad.
Filipenses 3:8 – Estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia de tratar de cuidar mi lengua, tratar de vencer mis malos hábitos y tratar de tener mis devocionales diarios.
Filipenses 3:10 – A fin de hacer ésto y evitar hacer aquello y obligarme a testificar y evitar toda apariencia de mal.
Apocalipsis 2:4 – Pero tengo contra ti que has dejado tu programa de lectura diaria de la Biblia y has quebrantado tus resoluciones de Año Nuevo y has fallado en guardar los 10 Mandamientos.
2 Corintios 5:9 – Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, cuidar nuestra compostura, seguir nuestra dieta, memorizar versículos, tener suficiente descanso y no ver demasiados malos programas de televisión.
¿Qué es lo que dicen realmente estos versículos? El énfasis en los versículos mencionados está en CONOCER y AMAR y AGRADAR a una PERSONA. Lee Colosenses 1:9-12 con cuidado. Nota el énfasis de esta gran oración: conocer Su voluntad (v.9), andar con ÉL (v.10), agradarle a ÉL (v.10), crecer en el conocimiento de ÉL (v.10), ser fortalecido por ÉL (v.11), tener gozo en ÉL (v.12), dar gracias a ÉL (v.12).
Pensemos nuevamente en la relación matrimonial. Hay muchas cosas que el marido debe hacer y hay muchas cosas que el marido no tiene que hacer. Hay tareas que él debe ejecutar, hay responsabilidades que él debe llevar y hay obligaciones que él debe cumplir. Pero, ¿por qué hace él todas estas cosas? PORQUE EL HA DECIDIDO AMAR A UNA PERSONA –es decir, a su esposa. La esposa hace muchas cosas: ¿POR QUÉ hace ella todas esas cosas? ¿Porque su esposo le ha dado una larga lista de DEBES y NO DEBES? No. Ella hace estas cosas porque está respondiendo al amor de su esposo. La relación matrimonial se basa en el amor, no en la ley.
¿De qué se trata entonces la vida cristiana? La Vida Cristiana simplemente es conocer a una Persona, a Jesús, amarlo a ÉL, buscar agradarle a ÉL, andar con ÉL, honrarle a ÉL, obedecerle a ÉL, agradecerle a ÉL, gozarse en ÉL, deleitarse en ÉL, confiar en ÉL, crecer en ÉL, hablar con ÉL, hablar a otros acerca de ÉL, permanecer en ÉL, aprender de ÉL, aprender acerca de ÉL, estar a Sus pies y disfrutar de Su presencia.
Al vivir cada día, ¿estamos andando con una Persona y disfrutando SU presencia o estamos siguiendo una rutina religiosa legal? Si tenemos realmente esa relación de amor íntima y única con el Señor Jesucristo, ésto cambiará entonces todo lo que hagamos. Esto cambiará la ORACIÓN (orar es hablar a la Persona que amo). Esto cambiará nuestro ESTUDIO DE LA BIBLIA (deseo conocer mejor a esta Persona). Esto cambiará el TESTIFICAR (deseo que otros conozcan a esta Persona maravillosa. Deseo que otros conozcan al Cristo que yo conozco y amo). Compare Apocalipsis 2:2-4.
¿Estamos caminando con una Persona o estamos ocupados con una religión? A la luz de Juan 17:3, ¿podemos decir de corazón: “YO CONOZCO A ESTA PERSONA COMO A MI SALVADOR, MI SEÑOR, MI AMIGO, MI SOBERANO MAESTRO, MI AYUDADOR, MI PASTOR, MI COMPAÑERO SIEMPRE-PRESENTE… (y tantas cosas más que podrían decirse)”?
5 Mientras vivíamos en la carne, las pasiones pecaminosas, estimuladas por la Ley, obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte.
El versículo 4 habla sobre el fruto de la nueva relación; el versículo 5 mira el fruto que se producía bajo la antigua relación. En unión con Cristo y permaneciendo en ÉL, puedo llevar fruto para Dios (v.4). En la carne (ver Romanos 8:8-9), las pasiones pecaminosas que eran (excitadas) por la ley, obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte (v.5). Comparar también Romanos 6:21 (el fruto de la vida vieja) y Romanos 6:22 (el fruto de la vida nueva). La ley nunca podrá vencer mis pasiones. Solo puede excitar mis pasiones. Note las palabras que están unidas en este versículo: LEY— PECADO —MUERTE y compare luego con Romanos 8:2.
6 Pero ahora estamos libres de la Ley, por haber muerto para aquella a la que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.
“Pero ahora (ahora que somos salvos y que estamos EN CRISTO), hemos sido (tiempo pasado) librados (soltados, relevados, compare 7:2 y 7:3 “libre”) de la ley por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos (atados), de modo que sirvamos (como esclavos de Dios—Romanos 6:22) bajo el régimen nuevo del Espíritu (compare Romanos 8:2) y no bajo el régimen viejo de la letra (una referencia a la ley)”. La ley nunca puede libertar a una persona. Necesitamos el Espíritu de Dios y la vida de Dios. El creyente puede decir, “Yo morí a la ley por la muerte de Cristo y yo vivo para servir a Dios por la resurrección de Cristo”. Pablo lo dijo de esta manera, “Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios” (Gálatas 2:19 y ver también Gálatas 2:20). ¿Has descubierto el maravilloso hecho de que como creyente en Cristo tú has MUERTO a la ley y que VIVES para Dios?
El pecado que habita en mí
7 ¿Qué, pues, diremos? ¿La Ley es pecado? ¡De ninguna manera! Pero yo no conocí el pecado sino por la Ley; y tampoco conocería la codicia, si la Ley no dijera: «No codiciarás».
No conocí el pecado: o lo que es el pecado. Génesis 3.21-22. Hablando en primera persona, Pablo describe en 7.7-25 la situación de la humanidad antes que Jesucristo realizara su obra salvadora. Algunos consideran que la sección 7.14-25 se refiere al cristiano que no vive según el Espíritu.
Note lo que se nos ha dicho hasta ahora acerca de la ley en este capítulo:
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La ley suena como algo horrible. Cuán terrible debe ser la ley que yo necesite ser librado de ella y necesite ser rescatado de ella. Me tiene sujeto y atado. Excita mis pasiones pecaminosas.
La ley parece ser algo muy malo, pero no lo es, y Pablo corrige esta idea equivocada: “¿LA LEY ES PECADO?” ¿La ley es algo malo, pecaminoso, malvado? ¡DIOS NO LO PERMITA! ¡Que perezca tal pensamiento! ¡Que no sea así! El verdadero problema no es con la ley. ¡No culpes a la ley! (La pregunta es contestada en realidad en Romanos 7:12. La ley es, en efecto, lo opuesto al pecado).
Ver la ilustración del espejo bajo Romanos 3:20 de estos apuntes. El propósito del espejo es mostrar a la persona que su cara está sucia. El problema no es el espejo, sino la cara de la persona. El espejo no está sucio en absoluto. Pero el espejo revela la suciedad que hay en la cara. No puedes culpar al espejo por la cara sucia. “Pero”, significa “por el contrario”. La ley no es pecado, pero revela el pecado (Romanos 3:20). El espejo no está sucio, pero revela la suciedad. “No conocí el pecado”. Pablo ignoraba su propio pecado. (Antes de que apareciera el espejo, la persona pensaba que tenía una cara limpia). Tal como el espejo muestra la suciedad, así la ley muestra (y convence de) el pecado.
Pablo da un ejemplo específico de cómo la ley revela el pecado. Su ilustración es el Décimo Mandamiento. “Codiciar” significa “deseo intenso, tener un fuerte deseo por lo que otros tienen, avaricia, un gran anhelo por lo que pertenece a otro”. Parafraseando: “Yo habría sido ignorante de este desagradable pecado de codicia que había en mí, a no ser por el hecho de que Dios tiene un excelente espejo, hecho especialmente para revelar la avaricia de mi propio corazón, es decir, el Décimo Mandamiento (Éxodo 20:17): “NO CODICIARÁS (NO TENDRÁS UN DESEO VEHEMENTE POR COSAS QUE PERTENECEN A OTROS)”. Dios tiene un espejo muy especial para mostrar esa clase especial de suciedad, la suciedad de la codicia, y este espejo se llama el Décimo Mandamiento.
8 Pero el pecado, aprovechándose del mandamiento, produjo en mí toda codicia porque sin la Ley, el pecado está muerto.
“Mas el pecado (el verdadero culpable), tomando ocasión (oportunidad) por el mandamiento (el Décimo Mandamiento), produjo (causó) en mí toda (toda clase de) codicia (anhelo, un fuerte y ardiente deseo, pasión); porque sin la ley (antes de que viniera el mandamiento) el pecado está muerto (inactivo, sin vida, dormido, mostrando poca actividad)”. Sin el espejo, la persona no se da cuenta de su cara sucia, pero cuando aparece el espejo, esa suciedad parece cobrar vida. “Guau, mira esa suciedad”. Estaba allí todo el tiempo, pero el espejo lo hizo tomar conciencia de ella. Piensa en una serpiente enrollada durmiendo al sol. Está inactiva y casi parece muerta. Pero si vienes y la golpeas y molestas, esa serpiente realmente cobra vida (es puesta en actividad). Esto es lo que la ley hace con el pecado.
Ilustración: Piensa en el Segundo Mandamiento en Éxodo 20:4. Este mandamiento es santo y justo y bueno. Nada tiene de malo. Pero cuando el hombre pecador es confrontado con un mandamiento santo, ¿qué es lo que hace naturalmente? Se rebela y subleva en su contra. Dios dice TU DEBES y el rebelde responde ¡NO QUIERO! Dios dice TU NO DEBES y el rebelde dice ¡POR CIERTO QUE QUIERO! Así tenemos el trágico relato de Éxodo 32:7-8. El pecado de idolatría siempre estuvo en sus corazones, pero el mandamiento lo despertó. El pecado de idolatría estaba muerto e inactivo y dormido antes de que el mandamiento fuese dado. No habían tenido antes el hábito de hacer becerros de oro. La ley despertó e incitó el pecado. ¿Podemos culpar al Segundo Mandamiento por el becerro de oro? ¡Dios no lo permita!
9 Y yo sin la Ley vivía en un tiempo; pero al venir el mandamiento, el pecado revivió y yo morí.
“En un tiempo” se refiere al tiempo antes de que Pablo fuese confrontado con la ley de Dios, al tiempo antes de que viniera la ley. “Vivía” conlleva el significado de inalterado, despreocupado, no darse cuenta de la grave sentencia de muerte que pendía sobre él. Todo parecía en orden (como la persona con la cara sucia que aún no se había mirado en el espejo. Todo parecía bien, pero no estaba bien. El problema está, aún cuando yo todavía no me doy cuenta). “El pecado revivió” significa “el pecado volvió a la vida, volvió a vivir” (es una palabra que se usa para la resurrección). El mandamiento hace revivir el pecado y resucita el pecado (tal como la serpiente que repentinamente volvió a la vida). “Yo morí” –de improviso me di cuenta que soy un trasgresor de la ley y los trasgresores de la ley merecen la muerte. Por lo cual la ley es llamada “el ministerio de muerte” y “el ministerio de condenación” (2 Corintios 3:7,9). La santa ley de Dios convence y “mata” al pecador.
10 Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte,
“Era para vida” – Esta expresión es explicada en Mateo 19:16-17 y en Lucas 10:25-28. Todo lo que una persona necesita hacer para VIVIR y para heredar la vida eterna es guardar la ley. Pero tiene que guardarla perfecta y completamente y tiene que hacerlo así durante toda su vida. El problema es que ninguna persona jamás ha hecho ésto y ningún pecador jamás hará esto. Los que tienen sus caras limpias, no tienen que temer al espejo. El problema es que ninguno de nosotros tenemos una cara limpia. Todos somos pecadores, de modo que la ley nos condena a todos. “A mí me resultó para muerte”—Cuando fui confrontado con la ley, me di cuenta de mi pecaminosa desobediencia.
11 porque el pecado, aprovechándose del mandamiento, me engañó, y por él me mató.
¿Quién es responsable por engañarte y matarte? ¿Quién es el verdadero culpable? ¿Quién es el verdadero engañador y el verdadero homicida? EL PECADO.
Hebreos 3:13—EL PECADO, el engañador
Santiago 1:15 – El PECADO, el homicida
El pecado tomó ventaja de la ley, se aprovechó de la ley.
12 De manera que la Ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.
Este versículo es la conclusión de la sección (la conclusión es indicada por las palabras “de manera que”) y responde a la pregunta surgida en el versículo 7. El problema no es la ley. La ley es una imagen perfecta del Dios que la dio. (Es un excelente espejo. Puede mostrarme mi suciedad, pero no me puede limpiar). La ley es santa, pero no me puede hacer santo. La ley nunca puede santificar. Sólo puede mostrarme cuán impío soy. La ley es justa, pero nunca podrá justificarme (Romanos 3:20; Gálatas 2:16). Solo me puede condenar. La ley es buena, pero nunca puede hacerme bueno. Solo puede mostrarme mi miseria (Romanos 7:24) y el mal que mora en mí (Romanos 7:17-21).
13 Entonces, ¿lo que es bueno vino a ser muerte para mí? ¡De ninguna manera! Más bien, el pecado, para mostrarse como pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que el pecado, por medio del mandamiento, llegara a ser extremadamente pecaminoso.
Vemos nuevamente que el verdadero culpable es el pecado. La ley no trae la muerte, EL PECADO LO HACE (Santiago 1:15; Romanos 6:23). No culpes a la ley. El verdadero enemigo es el pecado.
Pero el pecado usa lo que es bueno (la ley). “Sobremanera pecaminoso” significa “extremadamente pecaminoso”. La ley aumenta el pecado (la suciedad estaba allí todo el tiempo, pero yo no pensaba que tenía un problema hasta que me miré al espejo, y entonces pareció extremadamente sucio). Cuando quiera que nos miremos al lado de algo SANTO, nos veremos a nosotros mismos como absolutamente pecaminosos (comparar Isaías 6:1-5). Al lado de la SANTA LEY de Dios, nosotros aparecemos como totalmente impíos.
Note las tres cosas que la ley hace respecto al pecado:
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14 Sabemos que la Ley es espiritual; pero yo soy carnal, vendido al pecado.
Yo soy carnal: o débil. Pablo usa con frecuencia los términos carne, carnal, en oposición a espíritu, espiritual. Con ellos puede designar diversas realidades. En general, el término carne, aplicado al ser humano, no designa una parte de él, sino a toda la persona desde el punto de vista de su debilidad física o moral. En Romanos predomina el uso de esta palabra para designar a la persona en su debilidad moral, sujeta al pecado y a la muerte.
La ley es espiritual. No hay problema con la ley. La ley no es carnal. El verdadero problema SOY YO. En el versículo 14 el pronombre “YO” es enfático. Yo soy carnal, vendido al pecado (soy un esclavo del pecado). Note cuántas veces el pronombre “yo” es repetido en los versículos siguientes. Note también que en el versículo 14 Pablo dice “Yo soy carnal”. El no está hablando de su estado pasado, cuando era inconverso, sino de su condición presente. ¿Cómo es posible que un cristiano sea carnal, un esclavo del pecado?
Ante todo debemos reconocer que hay un sentido en el cual el verdadero creyente no es carnal. Romanos 8:9 dice “no vivís según la carne, sino según el Espíritu”. Pablo se refiere a su vida no salva como el tiempo en que estaba “en la carne” (ver Romanos 7:5). En otras palabras, hablando posicionalmente, un verdadero creyente (una persona salva) ya no está en el reino de la carne, sino en el reino del Espíritu (Romanos 8:9): El está en Cristo y Cristo está en él. Posicionalmente así mismo, la persona salva ya no es esclava del pecado, como hemos visto en Romanos 6:17-18; 6:22. Sin embargo, en Romanos 7:14 Pablo no se está refiriendo a su gloriosa posición, sino a su condición presente. Se está refiriendo a su experiencia actual al vivir la vida cristiana. Y es posible que un verdadero cristiano tenga un ANDAR carnal (1 Corintios 3:1-4). Esto no significa que la vida cristiana de Pablo estuviera marcada y caracterizada por la carnalidad. Esto se contradice con todo lo que sabemos sobre el apóstol. Pero debemos decir que Romanos 7:15-24 fue la experiencia muy real del apóstol y todo creyente honesto debe confesar que de un modo u otro, él también ha tenido las mismas experiencias y que ha pasado por las mismas luchas que el apóstol describe aquí.
La esclavitud que estaba experimentando Pablo es explicada en los siguientes versículos:
15 Lo que hago, no lo entiendo, pues no hago lo que quiero, sino lo que detesto, eso hago.
“Porque” –esto explica la expresión “vendido al pecado” (esclavo del pecado) del v.14. ¿Qué es un esclavo? Un esclavo es una persona que está bajo el dominio de otro, y por ésto no puede hacer, lo que quiere hacer; y tiene que hacer, lo que no quiere hacer, incluso, lo que odia hacer. Un ejemplo de ésto serían los hijos de Israel que sufrían bajo la esclavitud en Egipto. El esclavo israelita estaba obligado a hacer ladrillos. El no quería hacer esto, pero tenía que hacerlo. El quería hacer otras cosas, pero no podía hacer lo que quería. Del mismo modo, la persona que es esclava del pecado está en una lucha desconcertante (“no entiendo”, “no comprendo, estoy perplejo”). Lo que él quiere hacer, no lo hace. Lo que detesta hacer, eso hace. No puedo hacer, lo que quiero hacer; y tengo que hacer, lo que odio hacer.
16 Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la Ley es buena.
“Apruebo” =estar de acuerdo. Esta persona está de acuerdo con la ley. Ejemplo: “No codiciarás”. “Estoy de acuerdo. Esta es una buena ley. El mandamiento de Dios contra la codicia es santo y recto y bueno. Digo ¡AMEN! a ello. No quiero codiciar. Yo se que codiciar es malo. Odio la codicia, ¡PERO NO PUEDO HACER OTRA COSA QUE CODICIAR! Soy un esclavo de este pecado”.
17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que está en mí.
Aquí tenemos el problema del pecado que mora en mí, un gran problema que enfrenta todo creyente. Es interesante cómo Pablo hace una diferencia entre él y el pecado que mora en él: “NO YO. . . SINO EL PECADO”. Esto indica que Pablo está escribiendo desde la perspectiva de una persona salva. El yo pecaminoso no es su verdadero yo. Pablo era un hombre nuevo en Cristo, pero el viejo Pablo era responsable del pecado. Pablo no está tratando de desligarse de su responsabilidad por sus acciones, sino está distinguiendo entre las dos naturalezas, como también lo hace en el v.20.
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18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no habita el bien, porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.
Literalmente podría traducirse: “Ninguna cosa buena mora en mí”. Esta es una frase dura, pero todo creyente necesita ver ésto y creerlo. ¿Por qué tenemos el paréntesis que contiene las palabras, “esto es, en mi carne”? Esto es otro indicio de que Pablo estaba escribiendo desde la perspectiva de una persona salva, no de una persona no regenerada. Pablo tenía que hacer esta aclaración entre paréntesis, porque él sabía que, además de su carne pecaminosa, algo (Alguien) muy bueno moraba en él (ver Romanos 8:9). “Querer” significa “desear, tener la voluntad de”. Yo quiero hacer el bien, yo quiero tener victoria sobre el pecado, yo quiero guardar la santa ley de Dios y obedecer la Palabra de Dios, pero yo NO TENGO PODER para hacerlo. Soy inhábil. Soy impotente. No puedo hacerlo. ¡Soy absolutamente INCAPAZ de vivir la vida cristiana! ¿Has hecho este descubrimiento? La nueva criatura en Cristo tiene la voluntad de hacer lo que es bueno y justo pero no tiene poder. El poder no está en nosotros mismos, sino se encuentra solo en Dios el Espíritu Santo (Filipenses 2:13).
19 No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.
El pensamiento es el mismo que en el versículo 15. El bien que quiero hacer, no lo hago; el mal que no quiero hacer, eso hago. Todos estos versículos describen la lucha de quienes son verdaderos creyentes. Las personas no regeneradas no tienen esta clase de lucha, porque ellos tienen solo una naturaleza (una naturaleza corrupta, pecaminosa). Ellos desean el mal y lo hacen (a menos que sean reprimidos por otros medios). Ellos odian lo que es bueno y justo y lo evitan. Las personas no salvas pecan y lo hacen con gusto. El creyente peca y odia hacerlo. El deseo de hacer bien, tal como lo encontramos en el v.20, es el deseo del “hombre nuevo” y no el deseo del hombre inconverso.
20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que está en mí.
Está en mí: En los pasajes anteriores, el pecado es personificado como un amo respecto de sus esclavos; aquí es como una fuerza maligna que vive en el ser humano y que desata una lucha contra el espíritu.
El pensamiento es paralelo al v.17. Soy incapaz de quebrar el poder del pecado que mora en mí. No puedo hacerlo. De igual manera, nada podían hacer los israelitas para romper el poder que los egipcios tenían sobre ellos. ¿Qué es lo que necesitaban? UN LIBERTADOR. Alguien que pudiera rescatarlos de la esclavitud por SU PODER.
21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí,
Esta ley es la “ley del pecado y de la muerte” que también es mencionada en 7:23; 7:25 y 8:2. Yo no quiero codiciar; yo quiero contentarme, pero ese pecado de codicia está en mí (en mi corazón) y como soy esclavo de ese pecado, tengo que codiciar. Yo no quiero, pero lo hago.
22 pues según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;
Estas palabras son inapropiadas en la boca de un hombre no regenerado. Solo un hombre salvo se deleita en la ley de Dios (como David, Salmo 19:7-10; Salmo 119:35).
“Deleitar” significa estar de acuerdo (comparar v.16 “consentir”). “Yo estoy felizmente de acuerdo con la ley de Dios”. Estoy de acuerdo con la ley de Dios y deseo sinceramente obedecerla, pero soy un esclavo y un cautivo del pecado (v.23).
23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.
Note la gran batalla y conflicto y lucha que está teniendo lugar (Gálatas 5:17). Note quién está luchando en esta contienda:
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¿Quién está ganando esta guerra? El versículo 23 dice que yo ya he perdido. Soy un prisionero de guerra. Un cautivo. ¡Estoy vencido!
24 ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?
¿Quién... cuerpo de muerte?: puede también traducirse ¿Quién me librará de este cuerpo mortal?
“Miserable de mí” significa “desventurado”. Ver las mismas palabras en Apocalipsis 3:17. ¡Un hombre miserable en una condición miserable! Todo creyente necesita llegar al punto en que reconoce su propia miseria. Tenemos que ver nuestra desesperada necesidad, aún como creyentes. Dios nos lleva a las profundidades de la desesperación, no para dejarnos allí, sino para llevarnos a las alturas de Su gracia. El hombre miserable es un cautivo y un esclavo del pecado –queriendo hacer lo que es recto, pero no teniendo el poder para hacer el bien y termina haciendo lo que detesta.
“¿Quién me librará?” En este clamor por un LIBERTADOR, note que él no dice: ¿QUÉ DEBO HACER? o ¿CÓMO ME LIBERTO A MÍ MISMO? No, esta persona ha llegado al final de sí misma. La dependencia de sí MISMO lo ha llevado solo al fracaso y a la derrota. Ha descubierto que por sí mismo es totalmente incapaz, impotente y sin esperanza, y finalmente clama por liberación fuera de sí mismo. La ley no le puede ayudar. La ley no puede hacerlo santo. La ley no lo puede santificar. El clama por el SEÑOR, no por la ley. La ley no es cumplida por nosotros; es cumplida EN NOSOTROS (como veremos en Romanos 8:4) por el poder del Espíritu Santo, cuyo fruto es AMOR, que es el cumplimiento de la ley (Gálatas 5:22; Romanos 13:8-10).
“Este cuerpo de muerte” – comparar Romanos 6:6—“cuerpo de pecado”; Romanos 7:23 “la ley del pecado que está en mis miembros”. Nuestros cuerpos aún no han sido redimidos (ver Romanos 8:23). El cuerpo es el cuartel general del pecado morador y los miembros del cuerpo son los instrumentos del pecado morador (comparar 6:13).
25 ¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro! Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, pero con la carne, a la ley del pecado.
El Señor Jesucristo es el gran Libertador (Romanos 11:26 y 2 Corintios 1:10). La palabra “gracias” es una palabra de fe. “Yo creo que Jesucristo es mi gran Libertador del pecado. ¡Gracias! Yo creo que ya no soy esclavo del pecado. ¡Gracias! Yo creo que ya no soy prisionero del pecado, sino que soy prisionero de Jesucristo. ¡Gracias! Mi ayuda no viene de MÍ MISMO, sino de mi SALVADOR. ¡Gracias!” La victoria no viene por medio de nuestros programas carnales ni por métodos de auto-ayuda. La victoria solo viene por y en el Dios viviente: “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús” (2 Corintios 2:14).
La última parte del versículo 25 concluye y resume los versículos 15-24 (“así que”). Con la mente sirvo a la ley de Dios (ver v.22), mas con la carne a la ley del pecado (ver v.23).
Pensamientos Adicionales en Romanos Capítulo 7
Las palabras clave: “LEY” “YO”
La pregunte clave: ¿Cómo puedo vivir una vida santa?
La sorprendente respuesta: “Yo no puedo” (v.15, v.18).
Hay dos grandes lecciones que toda persona necesita aprender. La primera lección se relaciona con la salvación; la segunda lección se relaciona con el vivir la vida cristiana:
Lección # 1— YO NO PUEDO SALVARME A MÍ MISMO (necesito un Libertador, Alguien que pueda salvarme). Ver Tito 3:5; Efesios 2:8-9; Jeremías 13:23; etc.
En mi vida debo llegar al punto en que reconozca que soy un pecador y que estoy desvalido y sin esperanza (Romanos 5:6 “sin poder”). El Señor tiene que hacerlo todo. Debo dejar de tratar y debo empezar a confiar. Yo tengo que creer; Dios tiene que salvar.
Lección # 2 – YO NO PUEDO VIVIR LA VIDA CRISTIANA (necesito un Libertador, Alguien que pueda salvarme del poder del pecado que mora en mí).
Yo confié en Cristo para salvación y yo soy salvo. Inmediatamente yo amo a Cristo y deseo agradarle y servirle y hacer Su voluntad y andar en Sus caminos. Al principio las cosas parecen ir muy bien, pero pronto empiezo a tener problemas con el pecado. No puedo entender el motivo. A veces parece que estoy perdiendo más veces que ganando. Parece que hay más fracasos que victorias. En Romanos 7 la lucha es muy real. Finalmente llego al punto en que me doy cuenta de que “YO NO PUEDO”. “No puedo hacer el bien” (v.18). No tengo lo necesario para vivir la Vida Cristiana. No puedo hacerlo. Y esto es exactamente lo que Dios quería que yo descubriera. Ver Juan 15:5. Tal como necesité a Dios para la salvación, así necesito a Dios para la santificación (para vivir una vida separada y santa). Es la VIDA de Dios (Gálatas 2:20); es la GRACIA de Dios (1 Corintios 15:10); es la OBRA de Dios (Filipenses 2:13); es el PODER de Dios (Colosenses 1:29; Filipenses 3:10) y es la VICTORIA de Dios (2 Crónicas 20:15, 17).
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1) Hay un punto de vista que dice que el hombre descrito en Romanos 7:14-25 es el hombre no regenerado (el hombre no salvo)
Los siguientes puntos son un fuerte argumento en contra de esta opinión:
a) El tiempo presente del versículo 14 (“yo soy”) indica que Pablo ha hecho una transición desde su experiencia como no regenerado de los versículos 7-13, hasta su experiencia presente como creyente.
b) Este hombre “según el hombre interior, se deleita en la ley de Dios” (v.22), en tanto que la mente carnal del hombre no salvo es enemistad contra Dios y no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede (Romanos 8:7). Enemistad es lo contrario de deleitarse, de modo que el hombre de 7:22 no “está en la carne” y su mente, no es “la mente de la carne”.
c) En 7:25 dice, “con MI MENTE sirvo a la ley de Dios”, lo cual, ciertamente, no es una descripción de la mente de la carne descrita en Romanos 8:5-7.
d) La persona descrita en 7:14-25 es una persona que quiere hacer el bien (v.15, 18, 19, 21), y el mal que hace, lo hace en contra de su deseo y voluntad (v. 16, 19, 20). Ciertamente que ésto no se corresponde con el hombre no salvo descrito en Romanos 8:5-8.
e) Todo verdadero creyente conoce demasiado bien la lucha con el pecado que mora en él y puede identificarse muy bien con el hombre descrito en Romanos 7:14-25. El hombre no regenerado, que solo posee la naturaleza de Adán, no tiene esta clase de lucha. La contradicción existe solo en el creyente. La persona no salva no tiene este conflicto entre las dos naturalezas, porque tiene solamente una naturaleza (para pelear, son necesarios dos).
f) El clamor de 7:24 no es el clamor de una persona no salva que quiere ser salva de la pena del pecado; es el clamor de una persona salva que quiere ser salva del PODER pecado que mora en ella.
Los cristianos no deben abandonar Romanos 7 para entrar en Romanos 8, sino que los cristianos deben permanecer durante toda su experiencia cristiana en Romanos 7. Estos versículos describen simplemente el conflicto entre las dos naturalezas en el hijo de Dios. De modo que ellos dirían que Romanos 7:14-25 describe la experiencia normal, propuesta por Dios, de la persona salva mientras esté en este cuerpo.
Ante todo, debemos decir que hay mucha verdad en esta opinión. Es cierto que el creyente tendrá un conflicto entre las dos naturalezas mientras viva en este cuerpo. La naturaleza pecaminosa nunca será erradicada o desarraigada. Hay ciertas cosas en este pasaje de Romanos 7, que siempre deben ser ciertas en cuanto al creyente. Mientras más maduramos en la fe, tanto más conscientes deberíamos estar de nuestra propia miseria y pecaminosidad (v.24). Mientras más crecemos en el Señor, tanto más conoceremos la plaga de nuestro propio corazón (1 Reyes 8:38) y nuestra propia perversidad. También deberíamos tener conciencia siempre de nuestra total incapacidad de hacer lo justo en y por nosotros mismos. No tenemos el poder para realizar lo que es bueno (v.18). Sin Cristo, nada podemos hacer (Juan 15:5), y esto siempre será así. De modo que estamos de acuerdo con estos hombres Reformados en que siempre debemos permanecer en Romanos 7, en el sentido de reconocer nuestra pecaminosidad e incapacidad y nuestra necesidad, momento tras momento, de un Libertador, que es Cristo Jesús.
Romanos 7 describe a un hombre que, en contra de su voluntad, FALLA EN HACER LO BUENO Y, EN CAMBIO, HACE LO MALO (Romanos 7:19). Esta puede ser la experiencia común de los cristianos, pero sería absurdo decir que ésta es la experiencia que Dios tiene para una persona salva. Esto sería contrario a todas las Escrituras que enseñan que el creyente es responsable no solo de querer la voluntad de Dios, sino también de hacerla (Filipenses 2:13; Santiago 1:22). Ciertamente, la vida cristiana normal que Dios quiere para nosotros, no es una de fracasos y de derrotas y de total frustración. No es el deseo de Dios que nosotros fallemos en hacer el bien que queremos hacer, y no es la voluntad de Dios que hagamos el mal que detestamos hacer. Romanos 7 nos lleva al punto en que clamamos “YO NO PUEDO”, pero Romanos 8 nos da la respuesta, “DIOS PUEDE”. Yo no puedo cumplir la ley (Romanos 7:22-24), pero la ley puede ser cumplida EN MÍ por el poder de Dios (Romanos 8:4). Así, técnicamente, no es que el creyente deja Romanos 7 para ir a Romanos 8, sino quizás sea mejor decir que Romanos 7 nos lleva a Romanos 8. Romanos 7 nos enseña lecciones valiosas acerca de nosotros mismos—acerca de nuestra impotencia y pecaminosidad e incapacidad de agradar a Dios por nosotros mismos. Que nunca olvidemos estas lecciones.
La vida cristiana que Dios tiene para sus creyentes, no es una vida de hacer el mal que odio y fallar en hacer el bien que quiero (Romanos 7:19). El propósito de Dios para la vida cristiana no es una vida de cautividad y esclavitud al pecado (Romanos 7:23). Cristo vino para darnos libertad (Juan 8:31-36). No es el deseo de Dios que vivamos en perpetua derrota y fracaso y frustración, por días sin fin. No, el propósito de Dios para la vida cristiana se despliega en muchos pasajes, incluyendo los siguientes: Colosenses 1:10-12; 1 Juan 3:18, 22; Efesios 4:1-3; Filipenses 4:1-9; 1 Corintios 15:10; Gálatas 2:20; 5:22-23; etc.