Mateo 7:7
"Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá."
Sabemos de un lugar en Inglaterra que aún existe, donde se sirve un paquete de pan a cada transeúnte que decida pedirlo. Cualquiera que sea el viajero, no tiene más que llamar a la puerta del Hospital St. Cross, y allí está el pan para él. Jesucristo ama tanto a los pecadores que ha construido algo similar, de modo que cada vez que un pecador tenga hambre, no tenga más remedio que llamar y satisfacer sus necesidades.
Pero Él lo ha hecho mejor: ha atado a este Hospital de la Cruz un baño; y cada vez que un alma es negra y sucia, tiene que ir allí y ser lavada. La fuente siempre está llena, siempre es eficaz. Ningún pecador alguna vez entró y descubrió que no podía lavar sus manchas. Los pecados que fueron escarlata y carmesí han desaparecido, y el pecador ha sido más blanco que la nieve. Como si esto no fuera suficiente, se adjunta a este Hospital de la Cruz un guardarropa, y un pecador que reconoce qu eno es más que un pecador, puede vestirse de pies a cabeza; y si desea ser un soldado, no puede simplemente tener una prenda de vestir ordinaria, sino una armadura que lo cubra desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza. Si él pide una espada, tendrá que darle eso, y un escudo también. Nada que sea bueno para él se le negará. Tendrá dinero para gastar mientras viva, y tendrá una herencia eterna de glorioso tesoro cuando entre al gozo de su Señor.
Si todas estas cosas se logran simplemente tocando a la puerta de la misericordia, oh alma mía, golpea con fuerza esta mañana y pide grandes cosas a tu generoso Señor. No dejes el trono de la gracia hasta que todos tus deseos se hayan extendido ante el Señor, y hasta que por la fe tengas una perspectiva cómoda de que serán todos suplidos.
Ninguna vergüenza necesita aparecer cuando Jesús invita. Ninguna incredulidad debería obstaculizar cuando Jesús promete. Ninguna frialdad debe restringirse cuando tales bendiciones deben ser obtenidas.
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