Salmos 107:8
"Alaben la misericordia de Jehová,
Y sus maravillas para con los hijos de los hombres."
Si nos quejáramos menos y alabáramos más... deberíamos ser más felices y Dios sería más glorificado. Alabemos diariamente a Dios por las misericordias comunes, comunes como las llamamos con frecuencia, y sin embargo tan valiosas, que cuando las privamos de ellas estaríamos listos para perecer. Bendigamos a Dios por los ojos con los que contemplamos el sol, por la salud y la fortaleza para caminar, por el pan que comemos, por las ropas que usamos...
Alabemos porque no somos arrojados entre los sin esperanza, o confinados entre los culpables; vamos a agradecerle por la libertad, los amigos, las asociaciones familiares y las comodidades; vamos a alabarlo, de hecho, por todo lo que recibimos de su mano abundante, porque nos merecemos poco, y sin embargo estamos dotados con la mayor plenitud. Pero, amado, la nota más dulce y más fuerte en nuestras canciones de alabanza debería ser el amor redentor. Los actos redentores de Dios hacia sus elegidos son siempre los temas favoritos de su alabanza. Si sabemos lo que significa la redención, no retengamos nuestros sonetos de acción de gracias. Hemos sido redimidos del poder de nuestras corrupciones, elevados de la profundidad del pecado en el que nos hundimos naturalmente. Hemos sido llevados a la cruz de Cristo: nuestros grilletes de culpa han sido quebrantados; ya no somos esclavos, sino hijos del Dios viviente, y podemos anteceder al período en que se nos presentar ante el trono sin mancha ni arruga ni nada de eso.
Incluso ahora, por fe, agitamos la rama de la palma y nos envolvemos con el lino fino que será nuestro arreglo eterno, y ¿no daremos gracias incesantemente al Señor nuestro Redentor? Hijo de Dios, ¿puedes callar? Despiértate, despierta, heredero de la gloria, y cautiva a tu cautiverio, digamos hoy como dijo un día David:
"Bendice al Señor, alma mía; y todo lo que está en mí, bendiga su santo nombre". Deja que el nuevo día comience con nuevas canciones. ¡Amén!
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