Por Charles Stanley
"Porque ejemplo os he dado, para
que como yo os he hecho, vosotros también hagáis" Juan
13:15
Israel puede ser una tierra
polvorienta, y los pies calzados con sandalias se ensucian yendo de un lado a
otro. En la antigüedad, la persona que entraba en una casa se quitaba las
sandalias y se lavaba los pies. O si los dueños de la casa eran ricos, los
sirvientes eran quienes les lavaban los pies. Esta desagradable pero necesaria tarea
correspondía al sirviente que tenía la jerarquía más baja.
Imagine la sorpresa de los discípulos
cuando el Hijo de Dios tomo el papel de un simple siervo para arrodillarse a
lavar sus pies. La necesidad de este servicio era enorme, ya que habían estado
viajando por un tiempo. Pero nadie se ofreció a hacerlo.
Cristo hizo algo más que suplir una
necesidad; dio una lección. Como El explico: “Les
he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes” Juan 13:15. Algunas iglesias han interpretado
erróneamente esto, haciendo del lavado de los pies una ordenanza. Pero uno
puede limpiarle la piel a otra persona sin pensar en el significado de la acción
de Cristo.
En realidad, la acción en si no es
el punto principal; la actitud es lo que cuenta. Cristo desea que estemos
dispuestos a humillarnos para servir a los demás. El está buscando hombres y
mujeres que dejen de lado el orgullo, la posición y el poder para hacer lo que
sea necesario, dondequiera que haga falta, y en favor de quien necesite ayuda.
Jesús realizó sus más grandes y
humildes actos de servicio en menos de veinticuatro horas. Lavo pies sucios
usando las dos manos que serían traspasadas por los clavos el día siguiente. El
mensaje aquí es que toda tarea que Dios nos da es importante para su reino.
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