Por Richy Esparza
“...Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” Juan 7:37
En el Espíritu de Dios hay vida. En él no hay
preocupaciones; problemas tal vez existirán pero en el no son manifiestos.
El Espíritu de Dios es el vivificador, y en su presencia está el
gozo. En el Espíritu de Dios se despierta a la vida, y saciar la sed
del sediento.
En el Espíritu de Dios hay poder de sobra
para realizar la obra. Fuera de él, toda obra se convertirá en un pesar. En
el Espíritu de Dios no hay heridas, tal vez seas atacado pero no
guardas rencor. En el Espíritu de Dios no existen cargas, sino
nuevos retos que conquistar. En el Espíritu de Dios no hay temor, sino
valor que te inunda.
En el Espíritu de Dios se renueva tu
entendimiento, para finalmente desprenderte del pasado. En el Espíritu de
Dios se encuentra reposo y vida en abundancia, pero esto solo se
consigue entregando aquello que tanto amo tú alma y la tuvo atada.
En el Espíritu de Dios no hay pesadez por
las mañanas, sino una nueva oportunidad para ser mejor. En el Espíritu de
Dios no tiene cabida la apatía, más solamente amor a la vida.
En el Espíritu de Dios no hay desanimo al
escuchar noticias, sino fuego que arde por compartir la mejor noticia.
En el Espíritu de Dios no hay vacío y se
encuentra propósito, fuera del somos simplemente seres esperando su partida al
Seol. En el Espíritu de Dios no hay sueño imposible, fuera del
tendremos una vida mediocre.
El Espíritu de Dios sana toda herida en
el alma, sin importar que sea aquello que hemos padecido él nos restaurara. En
el Espíritu de Dios hay vida, y vida en abundancia, solo hay
que buscarle como busca agua el sediento.
El Señor tu Dios hoy dice: Clama a mí como el
sediento clama por agua, y te inundaré con mi Espíritu.